lunes, 27 de abril de 2015

Palabras del Dr. Príamo Rodríguez Castillo, Rector de UTESA


En la apertura del Congreso Internacional de Medicina-UTESA 2014


Deseo agradecer la invitación que se me ha hecho para pronunciar estas palabras ante un auditorio tan selecto y distinguido, como ustedes, con una acumulación de saberes y de las ciencias médicas, cuando nos acercamos a la celebración de 40 años de logros y de triunfos resonantes en actividades académicas.  Un tiempo amplio, complejo y, también, complicado por la diversidad de caracteres, de personas:  estudiantes, profesores, empleados y autoridades.  Es el tiempo cuando debemos evaluar ante un espejo crítico lo malo y lo bueno, también a la gente e, incluso, a la vida humana. 

Mi participación en la vida académica me ha permitido aprender  a enseñar, a pensar, a gestionar, a dirigir, a organizar, a escribir, a dar, a recibir, a participar, a asesorar, a investigar, a crear, a inventar, a emprender y a desarrollar; también aprendí a saber y, por ello, y por ustedes, estoy aquí.  Estoy aquí para preguntarles de dónde vinieron y por qué llegaron a UTESA, su UTESA, la universidad nuestra y de ustedes.  Esta es la verdad de hoy para nosotros y para ustedes que, después de tantas vicisitudes, sienten que en su espíritu se concentran tantas vivencias  de los años que pasaron en las aulas.  De la acumulación de imágenes y experiencias se desprende  una interrogante, ¿Valió la pena?

Sin duda, observando la presencia de cada uno de ustedes en este Congreso Internacional, se puede afirmar que el tiempo transcurrido desde el inicio de su ejercicio profesional así lo acredita.  Siempre el esfuerzo de todos superará el esfuerzo de las partes.  Un gran tesoro de hombres y mujeres, sensibles, humanos, que sanan y salvan la vida humana, en condiciones en que apenas se dispone de tiempo, porque hay un deber y un compromiso desde el alba de un día al amanecer del día siguiente; con el lucero de la primera luz del día que asoma antes de salir el sol, y siguiendo hasta la tarde, al caer el atardecer  con su prima noche, confundiéndose con la oscuridad hasta el hilo de la medianoche, y así cerrar la noche para llegar al crepúsculo vespertino del otro día; todo por el paciente.

Hablamos de graduados, que eligieron una profesión comprometida por encima del tiempo y de las horas;  del día,  y  de la noche; eso es ser un médico: cuando se entrega al bien de otras vidas  para que vivan, porque vivir es obrar, operar, habitar y morar el sujeto en el yo mismo, de la razón y del corazón, de la pasión y del amor, para luchar y alcanzar la fama y el bien  siempre.

Es, pues, graduados, profesionales de la medicina, que ustedes llevan el hábito operativo de la calidad de sus mentes, para vivir digna y rectamente, y de la que nadie puede servirse para el mal, porque vuestra vocación en nuestra sociedad y en la cultura de estos tiempos, se espera de los buenos médicos, que sean capaces siempre de poner en el centro al ser humano, a la persona como proyecto de vida, siendo coherentes con los valores que dan sentido y dirección a la vida de las personas.

Sabiendo y viviendo junto a ustedes en su segundo hogar, UTESA, aprendí también a luchar para el bien, nunca para el mal, durante en estos 40 años de la Universidad, para llevarla a la universalidad, y a que nadie deba sentirse dueño; sino, más bien, a darse, a servir para vivir.  La mayor nobleza es el valor de la riqueza; que sean ricos siempre en esa cualidad.

Mis queridos jóvenes, UTESA fue, es y será de ustedes, así dice su filosofía y su misión, y para  ustedes también.  Siempre se espera que la vida se adueñe de sus sueños, siempre estaremos aguardando las buenas nuevas de ustedes, y siempre esperen que estaremos en la disposición de darnos, porque siempre mantendremos la esperanza abierta, no importa el día o la noche.  Sabemos que sirviendo siempre ganaremos.

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