Las vacunas se han convertido en uno de los temas candentes en pediatría en los últimos doce meses. Un reciente caso de difeteria diagnosticado en un niño en Olot, en Cataluña, disparaba todas las alarmas frente a algo que se llevaba avisando desde hace ya varios años: en 2011, un brote de sarampión en Andalucía se convertía en una de las primeras infecciones con 'retorno' en España, y que devolvía a nuestro país una de las enfermedades de antaño, ya erradicadas en Europa. Este regreso, subrayaban los expertos entonces, se debía en parte a los movimientos migratorios, especialmente con el incremento en la llegada de personas que no han sido vacunadas en sus países de origen, o que llegaron a los países europeos con pautas de inmunización diferentes.
Los desfases en los calendarios vacunales de los niños no han sido los únicos culpables de la reaparición de este tipo de enfermedades: los nuevos brotes de enfermedades como el sarampión o la tos ferina surgen por una combinación de factores que tienen que ver con la aparición de casos aislados de enfermedades erradicadas, y la ventana de infección que puede darse en la población infantil no vacunada. Ya en 2011, el coordinador del comité de vacunas de la Asociación Española de Pediatría, Josep Marès, señalaba la peligrosidad de la negativa de algunos padres a inmunizar a sus hijos; o lo que es lo mismo: los 'anti vacunas', un término que se ha popularizado en los últimos meses, y que define aquellas personas o grupos que consideran que no es necesario someter a los niños a tantas inyecciones preventivas, al haber una escasa incidencia de determinados virus. Esta negativa, sumada a la vuelta puntual de algunas de estas enfermedades, multiplica las posibilidades de que se de un brote en la población, y más concretamente en la población infantil.
La difteria, el caso que ha puesto en el punto de mira a los 'anti vacunas', es buen ejemplo de esta combinación de factores, y de la necesidad de mantener acciones preventivas, incluso con virus de baja incidencia; la difteria se caracteriza por ser una enfermedad infecciosa, endémica en áreas de algunos países en desarrollo, y de la que, tal y como apuntaba el último informe de la Organización Mundial de la Salud, tan sólo se documentaron 4.680 casos en todo el mundo en el año 2013. El último caso registrado en España, anterior al caso de Olot, data de 1986. El motivo por el que enfermedades como la difteria hayan dado este 'frenazo' en las últimas décadas es precisamente la vacunación sistemática, y el mantenimiento de coberturas frente a esta y otras enfermedades entre la inmensa mayoría de niños que viven en España. Es decir: las vacunas en los niños no sólo sirven para prevenir que contraigan estas enfermedades, sino también para contenerlas y progresivamente erradicarlas.
Según los últimos datos publicados por el Ministerio de Sanidad, las vacunas comunes que se administran en el primer año de vida (hepatitis B, difteria, tétanos, tos ferina, poliomielitis, Haemophilus influenzae tipo b y meningococo C) muestran de hecho un cumplimiento del 95 por ciento de media entre los niños, un índice que se repite en el segundo año de vida, cuando los 'peques' reciben la vacuna triple vírica (sarampión, rubeola y parotiditis). En el grupo de los niños que se quedan sin vacunar en esos dos primeros años, poco más de la mitad se deberían a que los padres eligen voluntariamente no vacunar a sus hijos. Dicha negativa, según la AEP, plantearía un conflicto entre el derecho de los padres a la crianza de sus hijos según sus creencias, y el derecho de no maleficencia, pudiendo poner en riesgo a los niños y a otras personas de su entorno que tampoco hayan sido vacunadas.
¿Deberían administrarse de manera obligatoria?
Quizá la siguiente pregunta en este debate sea precisamente si las vacunas deberían ser o no obligatorias. A día de hoy, los padres eligen libremente qué vacunas ponen a sus hijos (salvo en situaciones puntuales de epidemias no controladas), después de recibir información detallada sobre los beneficios y riesgos de las mismas por parte de los profesionales de la salud, normalmente los pediatras. Los pediatras españoles también manifestaban recientemente su posición al respecto, concretamente con la pregunta surgida a raíz del caso de Olot: cuando se trata de imponer un calendario vacunal universal, los especialistas se muestran precavidos, recordando que, aunque las vacunas deberían ser un derecho fundamental de todos los niños, la instauración oficial de una obligación legal de vacunar "podría provocar sentimientos negativos entre los padres". O lo que es lo mismo: el derecho a decidir debería ser siempre de los padres, pero contando siempre con toda la información disponible al respecto.
El debate no es exclusivo de nuestro país: esta misma semana, el estado de California, en Estados Unidos, aprobaba una ley que elimina la posibilidad de los padres de acogerse a la opción de no vacunar a sus hijos, prohibiendo además la escolarización de niños sin vacunar tanto en colegios privados como públicos. Una ley sin precedentes y muy restrictiva, que llega después de que el parque temático de Disneylandia situado en Los Angeles viviese un brote de sarampión a principios de año, que acabó afectando a más de 150 personas, a pesar de que la enfermedad lleva más de quince años erradicada en el país norteamericano.
Fuentes:http/hola.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario